¿Qué es obedecer?
El obedecer se trata del cumplimiento
de un mandato o una orden. Proviene del latín obaudiere donde ob- significa
enfrentamiento u oposición y audire
escuchar. Dicha palabra es la raíz de otras como audio y audífono.
Los romanos asociaban los sentidos con
diferentes facultades intelectuales. Por ejemplo: el sabor se relaciona con el
buen juicio y de ahí los dos sentidos de la palabra saber. El oído se relaciona con la recepción
de información y la habilidad de aprender de ella, incluso cuando confronta
(ob-) un paradigma (Según la DRAE: ejemplo o
ejemplar, es decir, un modelo) que tenemos establecido. De esta manera,
podremos discernir y tener libertad de escoger lo que debemos hacer y seguir la
instrucción.
En griego akúein (“escuchar, prestar atención, obedecer”)
y en alemán gehorchen (obedecer) tiene relación con el oír y
el escuchar con entendimiento.
Obedecer (DRAE): Cumplir la
voluntad de quien manda.
Sinónimos: acatar, cumplir, respetar,
subordinarse, ceder, someterse, etc. Antónimos: desobedecer, resistirse, rebelarse.
¿Qué es desobedecer?
Desobedecer (DRAE): Dicho de una persona: No hacer lo que ordenan las leyes o
quienes tienen autoridad.
La Biblia define la desobediencia como cualquier elección
que es contraria a lo que Dios ha instruido.
Dios ejerce su autoridad e impone su
voluntad, porque ella es esencial en el universo. Es imposible que El ejerza su
señorío, y que sea el rey y dueño de todo el universo si su voluntad no es
puesta por obra. ¿Cómo se pone por obra? Por medio de la obediencia. Permanecer
es obedecer.
La obediencia
es sinónimo de madurez, es parte del camino a la perfección. Para entender la
obediencia hay que entender la autoridad, se obedece a alguien constituido en
autoridad.
Isaías
55:8-9 Dios nos conoce mejor que nadie y
sabe lo que más nos conviene.
- Para entender la obediencia hay que entender la autoridad:
Se obedece a alguien constituido en autoridad. Esto no supone autoritarismo (que solo se cumplan los deseos de una sola persona) básicamente es un servicio. El que manda debe ser quien más sirve. Su mando está al servicio de los “mandados”. Corrompería su autoridad quien se sirviera de ella para su propio beneficio.
Tiene sentido que haya una autoridad. Es necesaria. Para que un grupo de personas pueda formar una unidad, funcionar al unísono, como si fueran una sola persona, requiere una cabeza que señale la dirección. Por esto, en todo grupo de personas, en toda sociedad, el bien común exige una autoridad. Esa es su razón de ser. En el caso de los cristianos, nuestra autoridad es Cristo. Sólo se debe mandar lo que es bueno para el todo (el bien común).
Se obedece a alguien constituido en autoridad. Esto no supone autoritarismo (que solo se cumplan los deseos de una sola persona) básicamente es un servicio. El que manda debe ser quien más sirve. Su mando está al servicio de los “mandados”. Corrompería su autoridad quien se sirviera de ella para su propio beneficio.
Tiene sentido que haya una autoridad. Es necesaria. Para que un grupo de personas pueda formar una unidad, funcionar al unísono, como si fueran una sola persona, requiere una cabeza que señale la dirección. Por esto, en todo grupo de personas, en toda sociedad, el bien común exige una autoridad. Esa es su razón de ser. En el caso de los cristianos, nuestra autoridad es Cristo. Sólo se debe mandar lo que es bueno para el todo (el bien común).
“Mis planes para ustedes solamente yo los sé, y
no son para su mal, sino para su bien. Voy a darles un futuro lleno de
bienestar”. Jeremías 29:11 (TLA)
El arte de saber mandar: encontrar el
puesto de cada uno: descubrir sus aptitudes y potencialidades, ver donde es
más eficaz, saber animar, enseñar coordinar. Conseguir que cada uno dé lo mejor
de sí mismo y así se desarrolle. Dios nos conoce mejor que nadie:
"Señor, tú me has examinado y me conoces;
tú conoces todas mis acciones; aun de lejos te das cuenta de lo que pienso.
Sabes todas mis andanzas, ¡sabes todo lo que hago! Aún no tengo la palabra en
la lengua, y tú, Señor, ya la conoces" Salmos 139:3 (DHH)
Sin obediencia todo es desorden. Se necesita una estructura, de
otro modo todas las piezas están sueltas:
“...Crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de
quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas
que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su
crecimiento para ir edificándose en amor”.
Efesios 4: 15-16
- ¿Cuando no me
gusta lo que me piden? ¿Cuando no tengo ganas?
Si
una persona sólo está dispuesta a obedecer si comparte la orden no tiene la
virtud de la obediencia, que supone mirar al conjunto antes que a nosotros,
saber funcionar en equipo, ser responsables de la parte que nos toca en bien de
todos.
No hace falta entender lo que me piden para obedecer “inteligentemente”. Basta que quien lo mande tenga autoridad y que no sea malo lo mandado. Aunque no lo comparta del todo me doy cuenta de que quien está a la cabeza tiene más datos, ve todo el conjunto, sabe a dónde dirige el todo, coordina distintos esfuerzos, y sabemos perfectamente que Dios (el que está a la cabeza) LO SABE TODO. Salmos 139: 1-18 (DHH).
No hace falta entender lo que me piden para obedecer “inteligentemente”. Basta que quien lo mande tenga autoridad y que no sea malo lo mandado. Aunque no lo comparta del todo me doy cuenta de que quien está a la cabeza tiene más datos, ve todo el conjunto, sabe a dónde dirige el todo, coordina distintos esfuerzos, y sabemos perfectamente que Dios (el que está a la cabeza) LO SABE TODO. Salmos 139: 1-18 (DHH).
Como cualquier virtud (aquello que
perfecciona al hombre), la obediencia mejora al hombre. En este caso facilita
la vida en sociedad, frena el orgullo, dispone a cumplir la voluntad de Dios y
ejercita el amor. Deuteronomio 28: 1-14 , Romanos 13:1-2
La obediencia un ejercicio de amor
La obediencia se relaciona con el amor en
cuanto que contribuye al bien común y amar es desear el bien a alguien; aquí el
bien de la familia, la empresa, el equipo, etc. Se puede obedecer por miedo,
pero la obediencia mejor se dirige a obtener un bien y así va unida al amor. Juan 14: 15;
21; 23-26
La obediencia a Dios es prueba de sensatez.
El Espíritu Santo nos ayuda a obedecer lo
que Dios nos pide y este, el Espíritu
Santo, es impartido únicamente a
aquellos que obedezcan al Señor. "Y nosotros somos testigos suyos de
estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le
obedecen". Hechos 5:32
En resumen:
En este mundo individualista y cada vez más cercano al “yo”,
resulta difícil entender un concepto básico a nivel social y espiritual:
la obediencia. Hemos visto que esta no nos empobrece si no que más bien nos
engrandece, rompiendo en nosotros el orgullo (“...«Dios se opone a los orgullosos,
pero brinda su ayuda a los humildes.»” 1 Pedro 5:5) y nuestros propios deseos para velar por los demás en un gesto de amor. Además, para que un cuerpo funcione correctamente todas las piezas deben cumplir (obedecer) lo que la cabeza les ordena. Esta posee más datos que nosotros y sabe por qué debemos ir a un sitio u a otro y, como hemos visto en diversos versículos, Dios sabe todo y nos conoce perfectamente.
pero brinda su ayuda a los humildes.»” 1 Pedro 5:5) y nuestros propios deseos para velar por los demás en un gesto de amor. Además, para que un cuerpo funcione correctamente todas las piezas deben cumplir (obedecer) lo que la cabeza les ordena. Esta posee más datos que nosotros y sabe por qué debemos ir a un sitio u a otro y, como hemos visto en diversos versículos, Dios sabe todo y nos conoce perfectamente.
La obediencia nos trae bendición porque, de esta manera, la
autoridad de nuestra vida se la estamos entregando a Dios; lo estamos aceptando
a Él, en vez de al príncipe de este mundo. Efesios 2: 1-10 (TLA)
Antes de
aceptar a Jesús “el príncipe de la potestad del aire” tenía autoridad sobre
nosotros. Por eso es importante obedecer a Dios, de esta manera le estamos
entregando esa autoridad a él. Juan 8: 42-44
Causas de la
desobediencia:
1. Negarse a escuchar:
Jeremías 11:7 “Porque solemnemente protesté a vuestros padres el día
que les hice subir de la tierra de Egipto, amonestándoles desde temprano y sin
cesar hasta el día de hoy, diciendo: Oíd mi voz.” Muchas veces no queremos
escuchar a los demás porque nos creemos superiores, creemos que los demás son
inútiles o incapaces.
2. Dejarse influenciar por los demás: Jeremías 11:10 “Se han vuelto a las maldades de
sus primeros padres, los cuales no quisieron escuchar mis palabras, y se fueron
tras dioses ajenos para servirles; la casa de Israel y la casa de Judá
invalidaron mi pacto, el cual había yo concertado con sus padres.” Mucha
gente se amotina y ni siquiera sabe porque, lo motiva la decisión de los demás.
3. La terquedad: Jeremías
11:8 “Pero no oyeron, ni inclinaron su oído, antes se fueron cada uno tras la
imaginación de su malvado corazón; por tanto, traeré sobre ellos todas las
palabras de este pacto, el cual mandé que cumpliesen, y no lo cumplieron”
Sabemos que estamos actuando mal pero preferimos seguir en el error.
Según la Biblia, aún si una persona puede volver a Dios después
de la desobediencia, el daño ya está hecho. La obediencia después de la
desobediencia no cambia las consecuencias de las malas elecciones. Por ejemplo,
la Biblia cuenta la historia de Manasés, rey de Judea en 2 Crónicas 33:1-18. Aunque el rey Manasés se arrepintió y se volvió obediente, el
daño de sus acciones ya estaba hecho. Las personas continuaron desobedeciendo a
Dios, lo cual terminó con la destrucción de Judea.
“Pero hizo lo malo ante los ojos de Jehová,
conforme a las abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante
de los hijos de Israel […] Pero cuando se vio en angustia, oró a Jehová, su
Dios, y se humilló profundamente en la presencia del Dios de sus padres. Oró a
él, y fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo hizo retornar a su reino en
Jerusalén. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios”.
El punto más importante a
resaltar es que el ser obediente o desobediente determina quién tiene la
autoridad en nuestra vida: Dios o Satanás. Hemos visto diversos versículos que
exhortan a la obediencia y que hablan del castigo por ser desobedientes. El ser
una cosa u otra depende de nosotros; de nuestra elección. Deuteronomio 6: 10-19
Daniela Verenzuela
Excelente estudio, muy completo y certero. Blexys
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