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martes, 18 de noviembre de 2014

OBEDECER VS DESOBEDECER

¿Qué es obedecer?

El obedecer se trata del cumplimiento de un mandato o una orden. Proviene del latín obaudiere donde ob- significa enfrentamiento u oposición y audire escuchar. Dicha palabra es la raíz de otras como audio y audífono.

Los romanos asociaban los sentidos con diferentes facultades intelectuales. Por ejemplo: el sabor se relaciona con el buen juicio y de ahí los dos sentidos de la palabra saber. El oído se relaciona con la recepción de información y la habilidad de aprender de ella, incluso cuando confronta (ob-) un paradigma (Según la DRAE: ejemplo o ejemplar, es decir, un modelo) que tenemos establecido. De esta manera, podremos discernir y tener libertad de escoger lo que debemos hacer y seguir la instrucción.

En griego akúein (“escuchar, prestar atención, obedecer”) y en alemán gehorchen (obedecer) tiene relación con el oír y el escuchar con entendimiento.

Obedecer (DRAE): Cumplir la voluntad de quien manda.

Sinónimos: acatar, cumplir, respetar, subordinarse, ceder, someterse, etc. Antónimos: desobedecer, resistirse, rebelarse.

¿Qué es desobedecer?
Desobedecer (DRAE): Dicho de una persona: No hacer lo que ordenan las leyes o quienes tienen autoridad.  
La Biblia define la desobediencia como cualquier elección que es contraria a lo que Dios ha instruido.

Dios ejerce su autoridad e impone su voluntad, porque ella es esencial en el universo. Es imposible que El ejerza su señorío, y que sea el rey y dueño de todo el universo si su voluntad no es puesta por obra. ¿Cómo se pone por obra? Por medio de la obediencia. Permanecer es obedecer.

La obediencia es sinónimo de madurez, es parte del camino a la perfección. Para entender la obediencia hay que entender la autoridad, se obedece a alguien constituido en autoridad.
Isaías 55:8-9  Dios nos conoce mejor que nadie y sabe lo que más nos conviene.

- Para entender la obediencia hay que entender la autoridad:

Se obedece a alguien constituido en autoridad. Esto no supone autoritarismo (que solo se cumplan los deseos de una sola persona) básicamente es un servicio. El que manda debe ser quien más sirve. Su mando está al servicio de los “mandados”. Corrompería su autoridad quien se sirviera de ella para su propio beneficio.

Tiene sentido que haya una autoridad. Es necesaria. Para que un grupo de personas pueda formar una unidad, funcionar al unísono, como si fueran una sola persona, requiere una cabeza que señale la dirección. Por esto, en todo grupo de personas, en toda sociedad, el bien común exige una autoridad. Esa es su razón de ser. En el caso de los cristianos, nuestra autoridad es Cristo. Sólo se debe mandar lo que es bueno para el todo (el bien común).

“Mis planes para ustedes solamente yo los sé, y no son para su mal, sino para su bien. Voy a darles un futuro lleno de bienestar”.  Jeremías 29:11 (TLA)

El arte de saber mandar: encontrar el puesto de cada uno: descubrir sus aptitudes y potencialidades, ver donde es más eficaz, saber animar, enseñar coordinar. Conseguir que cada uno dé lo mejor de sí mismo y así se desarrolle. Dios nos conoce mejor que nadie:

"Señor, tú me has examinado y me conoces; tú conoces todas mis acciones; aun de lejos te das cuenta de lo que pienso. Sabes todas mis andanzas, ¡sabes todo lo que hago! Aún no tengo la palabra en la lengua, y tú, Señor, ya la conoces" Salmos 139:3 (DHH)

Sin obediencia todo es desorden. Se necesita una estructura, de otro modo todas las piezas están sueltas:

“...Crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”.

Efesios 4: 15-16

- ¿Cuando no me gusta lo que me piden? ¿Cuando no tengo ganas?

Si una persona sólo está dispuesta a obedecer si comparte la orden no tiene la virtud de la obediencia, que supone mirar al conjunto antes que a nosotros, saber funcionar en equipo, ser responsables de la parte que nos toca en bien de todos.

No hace falta entender lo que me piden para obedecer “inteligentemente”. Basta que quien lo mande tenga autoridad y que no sea malo lo mandado. Aunque no lo comparta del todo me doy cuenta de que quien está a la cabeza tiene más datos, ve todo el conjunto, sabe a dónde dirige el todo, coordina distintos esfuerzos, y sabemos perfectamente que Dios (el que está a la cabeza) LO SABE TODO.
Salmos 139: 1-18 (DHH).

Como cualquier virtud (aquello que perfecciona al hombre), la obediencia mejora al hombre. En este caso facilita la vida en sociedad, frena el orgullo, dispone a cumplir la voluntad de Dios y ejercita el amor.  Deuteronomio 28: 1-14 , Romanos 13:1-2

La obediencia un ejercicio de amor

La obediencia se relaciona con el amor en cuanto que contribuye al bien común y amar es desear el bien a alguien; aquí el bien de la familia, la empresa, el equipo, etc. Se puede obedecer por miedo, pero la obediencia mejor se dirige a obtener un bien y así va unida al amor. Juan 14: 15; 21; 23-26
La obediencia a Dios es prueba de sensatez.

El Espíritu Santo nos ayuda a obedecer lo que Dios nos pide y este, el Espíritu Santo, es impartido únicamente a aquellos que obedezcan al Señor. "Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen". Hechos 5:32 

En resumen:

En este mundo individualista y cada vez más cercano al “yo”, resulta difícil entender un concepto básico a nivel social y espiritual: la obediencia. Hemos visto que esta no nos empobrece si no que más bien nos engrandece, rompiendo en nosotros el orgullo (“...«Dios se opone a los orgullosos,
pero brinda su ayuda a los humildes.»” 1 Pedro 5:5
)  y nuestros propios deseos para velar por los demás en un gesto de amor. Además, para que un cuerpo funcione correctamente todas las piezas deben cumplir (obedecer) lo que la cabeza les ordena. Esta posee más datos que nosotros y sabe por qué debemos ir a un sitio u a otro y, como hemos visto en diversos versículos, Dios sabe todo y nos conoce perfectamente.

La obediencia nos trae bendición porque, de esta manera, la autoridad de nuestra vida se la estamos entregando a Dios; lo estamos aceptando a Él, en vez de al príncipe de este mundo.  Efesios 2: 1-10 (TLA)

Antes de aceptar a Jesús “el príncipe de la potestad del aire” tenía autoridad sobre nosotros. Por eso es importante obedecer a Dios, de esta manera le estamos entregando esa autoridad a él.  Juan 8: 42-44

Causas de la desobediencia:
1. Negarse a escuchar: Jeremías 11:7 “Porque solemnemente protesté a vuestros padres el día que les hice subir de la tierra de Egipto, amonestándoles desde temprano y sin cesar hasta el día de hoy, diciendo: Oíd mi voz.” Muchas veces no queremos escuchar a los demás porque nos creemos superiores, creemos que los demás son inútiles o incapaces.
2. Dejarse influenciar por los demás: Jeremías 11:10 “Se han vuelto a las maldades de sus primeros padres, los cuales no quisieron escuchar mis palabras, y se fueron tras dioses ajenos para servirles; la casa de Israel y la casa de Judá invalidaron mi pacto, el cual había yo concertado con sus padres.” Mucha gente se amotina y ni siquiera sabe porque, lo motiva la decisión de los demás.
3. La terquedad: Jeremías 11:8 “Pero no oyeron, ni inclinaron su oído, antes se fueron cada uno tras la imaginación de su malvado corazón; por tanto, traeré sobre ellos todas las palabras de este pacto, el cual mandé que cumpliesen, y no lo cumplieron” Sabemos que estamos actuando mal pero preferimos seguir en el error.
Según la Biblia, aún si una persona puede volver a Dios después de la desobediencia, el daño ya está hecho. La obediencia después de la desobediencia no cambia las consecuencias de las malas elecciones. Por ejemplo, la Biblia cuenta la historia de Manasés, rey de Judea en 2 Crónicas 33:1-18. Aunque el rey Manasés se arrepintió y se volvió obediente, el daño de sus acciones ya estaba hecho. Las personas continuaron desobedeciendo a Dios, lo cual terminó con la destrucción de Judea.

“Pero hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a las abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos de Israel […] Pero cuando se vio en angustia, oró a Jehová, su Dios, y se humilló profundamente en la presencia del Dios de sus padres. Oró a él, y fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo hizo retornar a su reino en Jerusalén. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios”.

El punto más importante a resaltar es que el ser obediente o desobediente determina quién tiene la autoridad en nuestra vida: Dios o Satanás. Hemos visto diversos versículos que exhortan a la obediencia y que hablan del castigo por ser desobedientes. El ser una cosa u otra depende de nosotros; de nuestra elección.  Deuteronomio 6: 10-19

Daniela Verenzuela

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